Palabras que van al inicio…
Parece plausible pensar que todo tiene un inicio y un final, solo basta con mirar a nuestro alrededor. Incluso podríamos considerar un axioma que todas las personas tienen esta noción, o al menos, la intuición de ella.
Nos despertamos en un tiempo y espacio aleatorios, y comenzamos a experimentar sin dimensionar ni considerar la historia, esa que tuvo lugar antes de que lleguemos a nuestro punto de partida, ni aquella que vamos a escribir. En los inicios, no hay más referencia que aquella que obtenemos a partir de nuestros sentidos, curiosidad y un incipiente sentido crítico, mientras tanto solo estamos, pero intuimos algo, el cambio, que es constante.
Despierto, camino bajo un cielo de nuevas hojas verdes, me entretengo con lo que hay entre la tierra húmeda y el fresco de la brisa, existo, la claridad se va y la oscuridad toma su lugar, veo destellos de Orión, mi cuerpo me fuerza a cerrar los ojos, los primeros días pasan. Al transcurrir de estos ciclos, dentro de casa, el mobiliario y sus habitantes me parecen cada vez más alcanzables, alcanzo al espejo y comienzo a conocerme a mí mismo, lo supero.
Empiezo a conocer el exterior, las plantas crecen, experimentan su lozanía, decaen y mueren; otras toman su lugar. Noto que las pequeñas aunque bellas, son más efímeras y comunes, porque contrastan con la grandeza del árbol de flores amarillas, único hasta donde alcanza mi vista, y que comenzó su existencia antes que yo, antes que aquellos que me precedieron, y en una mañana gris después de una noche lluviosa disfruto de su esplendor, cuando sus hojas caen en el tiempo que deben.
Intuimos que las cosas no son para siempre, y confirmamos que exceptuando la altura, somos iguales a los demás, al menos en carne y hueso. Surge la realización, dejaré de estar, al igual que los días, al igual que las plantas, al igual que las personas a mi alrededor, al igual que algún día, las personas que quiero; el primer gran miedo a la pérdida. Tal vez en alguna mañana gris caerán sobre mí otra vez flores amarillas, como aquellas que me embelesaban, o tal vez yo seré el árbol.
Somos vida, y la vida tuvo un comienzo, o al menos eso intuimos, ¿existe vida más allá del espacio conocido? no lo sabemos aún, solo sabemos que existe dentro de este sistema que algunos concluyeron llamar planeta tierra, pero seguimos intuyendo que las cosas no terminan sin antes ser, y no son sin antes comenzar. El universo es como nosotros, existe, y nosotros existimos en él. La lógica, piedra angular del conocimiento, nos hace intuir que si el universo, al igual que nosotros existe, tal vez comenzó, y quizás, en su tiempo, también perecerá.
Así pues, surge en mí el deseo natural de querer seguir esta tendencia, ésta de comenzar las cosas por algún principio rebuscado y redundante, ¿cuál es el caso? no lo sé, pero la intuición me dice que debo comenzar por algo, continuar por inercia dándole forma a las ideas que existen en mi, y tal vez partir. La hoja en blanco ya no existe, la razón para escribir ya no existe, yo ya no existo, ya no existimos y así con todas las conjugaciones.
Estás viendo esto al igual que yo, pero yo ya no estoy ni las personas que conocí en mi tiempo, o tal vez estamos, pero al mismo tiempo ya no estamos, y así es todo, tiempo; después, tal vez, tu tampoco estarás. Pero al menos hoy en lo que intuyes que es el pasado y yo el presente, la intuición me hizo ocupar este espacio en blanco, con metáforas sutiles que guardarán mis preguntas y sentir (parte de mí), y que servirán de introducción para algo, y para el final.
La obstinada naturaleza humana nos hace querer revelarnos contra la fatalidad de la inexistencia. Reconociendo que en estos tiempos aún discutimos si tenemos libertad en el hacer, algunas voces atrevidas pronuncian que somos dueños de nuestro destino, -¿qué te hace creer que lo eres?, ¿lo sabes? no, lo sientes, lo intuyes, pero no lo sabes-, parece más sensato proclamar que solo podemos estar seguros acerca de lo incierto de las cosas.
Existe una disparidad entre lo que intuimos y lo que es, pero eso al igual que muchos otros temas, sigue el camino de la epistemología y se escapa de los límites de este espacio, que intenta ser un área restringida a la razón y con trato preferencial a su rival.
Al final probablemente solo importa estar plenos con lo que somos, hacemos, y queremos hacer (se dice fácil, pero todo requiere trabajo). - ¿Estás esperando? ¿Qué esperas? lo que es real es lo que es ahora, acepta las cosas como son, yo sé que vivo ahora, y tu sabes que yo ya no vivo en tu ahora, pero tu si, así que existe, vive, porque en esos instantes posteriores tuyos en que tengas destellos de mi, yo viviré nuevamente.
Yo no escribí esto, yo no escribí esto o aquello, es mas, yo no poseo ideas, las ideas existen independientemente de mi, son libres. Mi razón en cada espacio tiempo me permite capturar momentáneamente algunas, el lenguaje me limita para expresarlas, mi anatomía humana solo me permite transmitir una impresión distorsionada de su esencia, forma y estragos, y mi voluntad y circunstancia deciden el avance o fracaso de mi creación.
Me excusan Sócrates y Platón, no es necesario discutir el significado a todo lo que escribe alguien así [1].
Diego.
[1] Platón, en apología de Sócrates: "Conocí desde luego que no es la sabiduría la que guía a los poetas, sino ciertos movimientos de la naturaleza y un entusiasmo semejante al de los profetas y adivinos; que todos dicen muy buenas cosas, sin comprender nada de lo que dicen."
Diego Armistead, 2025. Introducción del libro "50 Fragmentos".
Publié: Samedi 05 Avril à 22:16.
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